A los que artillan nuestro «corazón» con odio

Al inicio del pasado siglo, allá por 1914, don José Ortega y Gasset escribió: “Yo sospecho que merced a causas desconocidas, la morada íntima de los españoles fue tomada tiempo hace por el odio, que permanece allí artillado, moviendo guerra al mundo (…) Los españoles ofrecemos a la vida un corazón blindado de rencor…”. Dos décadas después, aquellos españoles pasaron de odiar a matar, de odiarse a matarse. De la palabra al frío filo de la bayoneta.

Antes de que volvamos a las andadas, porque sí que podemos volver, hemos de saber quienes están , adrede y día a día, artillando de odio el “corazón” de los españoles. No podemos mantener el silencio cómplice con quienes envenenan a diario, como si del agua se tratase, las palabras que alimentan nuestra mente. Quienes todas las mañanas, expresamente, eligen los adjetivos con los que señalar al contrario como culpable y enemigo para, a continuación, clamar por su eliminación. Quienes esto hacen, deben ser descubiertos.

También deben ser descubiertos quienes, sin ser los autores, pero sí a sabiendas, denigran a sus semejantes canalizando , bien por medios propios o por interpuestos, esa adjetivación tóxica, ese odio, ese rencor.

También deben ser señalados como enemigos de la sociedad quienes desde la tarima pedagógica o púlpito eclesial asaltan la conciencia infantil y juvenil manoseando e inyectando pensamientos y actos engañosos, con apariencia dogmática, que inclinan al desafecto y a la mirada torva.

Sí, y también deben ser expedientados quienes desde la administración de la cosa pública manipulan la ley, anulando al ciudadano en la defensa de sus interés legítimos o comunitarios. O la ponen al servicio de “amos” sin escrúpulos.

Por supuesto, quienes desde la vagancia dan al “me gusta” o reenvían la palabra envenenada, sin la más mínima reflexión sobre el mal que la misma puede causar, no deberían encontrar respuesta.

En fin, aunque es cierto que estos aprendices de dinamiteros, polvorista, artilleros, propagandistas, agitadores y demás lacra antisocial son el principio de esas “bocanadas de rencor”, que diría el filósofo antes mencionado, no dejamos de tener responsabilidad quienes pudiendo cambiar de pantalla, de renglón, de libro y de gurú, incluso elevar la voz, permanecemos en el viscoso placer de rascarnos, como si de sarna se tratara, en vez de tomar y exigir una ducha diaria, clara y limpia, de palabra razonada.

Tantas cosas, a pesar de los silencios expresos por esconderlas, hemos logrado que deberíamos, con un esfuerzo consciente, erigirnos en los dueños de nuestros pensamientos y no dejar que actores del tres al cuarto envenenen nuestro sueño y nuestra vida. ¡No podemos ceder a los escándalos de los escandalosos!

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Acerca del Autor

autorJosé Jiménez López es Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación, Sección Pedagogía, Maestro de Primera Enseñanza, Especialista en Estudios Superiores en Pedagogía Sofrológica (S.E.E.I.S.), Diplomado en Sofrología aplicada al Niño (S.E.E.I.S.), Diplomado en Sofrología aplicada al Deporte (S.E.E.I.S.).